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¿VASO O COLADOR?

today18 de agosto de 2021 518 2 5

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4 min lectura

El teléfono se apagó, la llamada había terminado y la sensación de furia por no haber dicho todo lo que tenía para decir lo sulfuraba, después de todo estaba en su derecho de reclamar cada punto de la larga lista elaborada en su mente. Eran muchos años de haber guardado en su corazón las ofensas y heridas, pero ya no estaba dispuesto a seguir callando. Estaba en todo su derecho de hacerle saber que su actitud lo había lastimado, y ya no estaba dispuesto a seguir soportándolo. Esta vez el vaso se había rebasado!, Era la última gota de una larga acumulación.
En muchas ocasiones actuamos como si fuésemos vasos contenedores, es decir vamos acumulando las cosas que nos pasan, guardándolas en nuestro corazón, y al igual que ocurre con los líquidos, llega un momento en que la tensión superficial de los mismos produce que se rebose el vaso de nuestro corazón y todo su contenido se desparrame, resultando imposible volver a recoger lo vertido.
Es por eso por lo que sabiamente la Biblia nos aconseja que sobre toda cosa guardada guardemos nuestro corazón, porque de él emana la vida (Proverbios 4:23).
Siguiendo con la analogía del vaso nuestro corazón puede contener cierta cantidad de ofensas y heridas, y llegará un momento que se colmará, y que su capacidad de contención llegará a su límite, por ende a la siguiente ofensa su “tensión superficial” se verá superada produciendo el desborde de este, y no será precisamente líquido lo que se derrame, sino seguramente todo el dolor, la frustración, y posiblemente la ira acumulada. En cambio si nuestro corazón fuese más como un colador, que solo retiene selectivamente lo que pasa a través de él dejando pasar el líquido; en este caso las ofensas, nunca podrá llenarse y rebosar de ellas, y por ende no estallará en una explosión de ira, dolor y ofensas, en otras palabras si nuestro corazón retuviese lo bueno y desechase lo malo como dice la Biblia (1 Tesalonicenses 5:21-22 parafraseado), evitaríamos muchas situaciones de conflicto con la gente que nos rodea, gente con la que compartimos nuestro día a día y que forma parte de nuestro circulo de relacionamiento.
Un refrán popular dice que solo ofende quien puede y no quien quiere, en otras palabras, solo pueden ofendernos si nosotros lo permitimos. Somos nosotros quienes decidimos cómo reaccionar a las ofensas, en nosotros está el reaccionar como vasos contenedores o como coladores que dejan pasar aquello que no nos interesa.
El peligro de guardar y acumular las ofensas está en la manera en que actuamos cuando este vaso que es nuestro corazón rebosa, puesto que lo más probable es que demos rienda suelta a toda la furia que hay dentro nuestro, puesto que de la abundancia del corazón habla la lengua (Mateo 12:34), y el que maldice a su prójimo será culpable y estará expuesto a juicio y al infierno (Mateo 5:22 parafraseado). Recordemos que la ira es un fruto de la carne y quien la practica no heredará el reino de Dios (Gálatas 5:20-21).
Mas bien debemos ser como David, quien en cierta ocasión cuando estaba huyendo de Saúl y este había acampado en el desierto de Zif, por segunda vez tuvo la oportunidad de cobrar venganza por todas las veces que lo había intentado matar, por culpa de él, David tuvo que dejar su hogar y deambular por el desierto, hacerse pasar por loco y hasta soportar la agresión de quienes le acompañaban, pero aun así su reacción fue dejar su caso en manos de Dios, dejó que la justicia sea suya (1 Samuel 26:11 parafraseado), y ya sabemos cuál fue la opinión de Dios con relación a David, “he aquí un varón conforme a mi corazón” (Hechos 13:22).
No debemos confundir el enojo con rencor. Obviamente que existen cosas que pueden llegar a molestarnos y producirnos enojo, de hecho, y por decirlo de alguna manera la Biblia nos permite sentirnos enojados, porque después de todo somos de carne y hueso, y tenemos sentimientos, pero lo que no podemos es permitir que el sol se ponga sobre el mismo, porque si lo hacemos estaremos pecando y dando lugar al diablo (Efesios 4:26-27). Lo que corresponde es que cuanto antes confrontemos la situación con el agresor, teniendo presente que la blanda respuesta aplaca la ira (Proverbios 15;1), no sea que él nos entregue a nuestro juez y seamos echados en la cárcel (Mateo 5:25).

Por lo tanto, ¿serás vaso o colador?

Escrito por Osvaldo Montorfano

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